Predicar el Evangelio hablando sólo del amor de Dios es un error terrible. Él no es sólo amor; es, además, justicia, santidad, ira y venganza, entre otras.
De otro modo, no podemos expresar a la persona perfecta de Dios quitando tan importantes características.
Es lo mismo que tener entre las manos la solución y no dársela a quien está por morir. Sería como intentar suministrar una medicina a quien no cree estar enfermo; nunca entenderá che necesita ayuda.
¿Qué nos dice la Biblia?
No existe dentro de los portadores de la voz de Dios la posibilidad de alterar la verdad; si así fuese, no sería verdad.
“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” .
Gálatas 1:6-10
Es decir que, como explicaba Pablo, si quisiese cambiar el sentido de las palabras me estaría haciendo maldito delante de Dios. ¿Entiendes? Adulterar el deseo del autor es pecado porque no permitirá al Evangelio alcanzar el objetivo por el cual fue creado, haciendo vana la cruz de Cristo y su muerte, no salvando a nadie de la condena.
El apóstol podría haber dicho: “Está bien, de todos modos quieren predicar el mismo mensaje”. Sin embargo, reta a los fieles y se los explica con una fuerte epístola che llama su atención.
Debemos predicar toda la verdad, sin miedo y siendo conscientes que es necesario que escuchen la condición en la que están.